Víctimas del pecado (1951), Emilio “Indio” Fernández
Víctimas del pecado sublima el melodrama de ficheras y lo eleva a la categoría de delirio. Y en el centro,
precipitándose desde lo más alto, como estrella del cabaré Changó a la
reclusión en la prisión de mujeres de Ciudad de México, separada del hijo que
no es suyo y al que idolatra, la rumbera Ninón Sevilla.
Lo de Elvis Presley
es puro cuento. La pelvis de Ninón es la máquina loca. La máquina del
desenfreno de los ritmos afrocubanos que transmiten a través de sus caderas y
sus brazos una descarga eléctrica. Nobleza obliga: durante la primera mitad de
la película los números musicales se acumulan. Violeta recibe la alternativa de
la cubana Rita Montaner. Pedro Vargas canta: “¿Por qué te hizo el destino
pecadora, si no sabes vender el corazón?”
La canción no está dedicada a Violeta, que todavía no ha conocido la hiel de la renuncia, sino a Rosa (Margarita Ceballlos), enamorada hasta las trancas del pachuco Rodolfo (Rodolfo Acosta), proxeneta, homicida, canalla y hampón. Su lema: “Al que quiera azul celeste, que le cueste”.
La condición para que Rosa, que ha tenido un hijo suyo pueda seguirlo al infierno, es que abandone al niño. “¿Dónde se tira lo que no sirve para nada?” Rosa no se lo piensa dos veces y deposita a su hijito recién nacido en un cubo de basura.
De allí lo rescata
Violeta, dispuesta a renunciar a su carrera con tal de criarlo. De sacrificio
en sacrificio, terminará haciendo la calle, donde conoce a don Santiago (Tito
Junco), el propietario de otro cabaré próximo a la estación llamado La Máquina
Loca. Para que quede claro que no estamos ante un tipo cualquiera, don Santiago
se hace acompañar por un mariachi, que canta sus hazañas mientras examina el
ramillete de flores de meretricio apostadas a las puertas de tabucos infames.
Pero, ay, también
Rodolfo ha dado con Violeta. Pretende explotarla y deshacerse de una vez de ese
niño que está manchando su nombre. Violeta defiende a la criatura con uñas y
dientes. Ante el juez, acusa a Roberto del robo y asesinato que cometió. “Sólo
de la tumba no se sale”, amenaza Roberto. Y así pasan seis años en los que
Violeta vuelve a ser primero fichera y luego principal atracción como bailarina
de La Máquina Loca. Seis años en los que se gana un huequecito en el corazón de
Santiago. Seis años en los que el pequeño Juanito se educa en un internado para
que no sepa la infamante profesión de su madre adoptiva. Seis años en los que
Rodolfo ha purgado su pena en prisión y sale en busca de venganza.
Víctimas del pecado está dirigida por el “Indio” Fernández y
fotografiada por Gabriel Figueroa. De los paisajes anubarronados del México
rural y los rostros de rasgos indígenas que constituyen el grueso de su
filmografía conjunta a lo largo de los años cuarenta, pasan al ambiente turbio y
humoso del cabaré. Los exteriores suburbiales están fotografiados en el
crepúsculo, con el penacho negro de las locomotoras ensombreciendo el cielo y
el destino de la protagonista. Uno de estos planos, sobre el que aparece la
palabra “Fin”, desdice el final moralizante y luminoso que la película ha
querido poner en boca del director de la prisión que libera a Violeta para que
se reúna con Juanito en el Día de la Madre.
Absolutamente todas
las relaciones se rigen por la jerarquía de poder y el intercambio económico. La
solidaridad del meretricio apenas toma cuerpo en algunas peleas a gritos. La
violencia física está a la orden del día. Las mil explosiones del cine de hoy,
no nos preparan para la sequedad de las bofetadas reiteradas y las palizas que
se propinan en Víctimas del pecado.
En cambio, los disparos están siempre relatados con una economía narrativa
encomiable. Una imagen fulgurante muestra a Violeta entrando por la ventana,
revólver en mano, para rescatar a su hijo, al que Rodolfo quiere llevar por el
camino de la delincuencia. Nos quedamos con ella.
Víctimas del
pecado (1951)
Producción: Cinematográfica Calderón (MX)
Director: Emilio Fernández.
Guión: Mauricio Magdaleno, Emilio Fernández.
Intérpretes:
Ninón
Sevilla (Violeta), Tito Junco (Santiago), Rodolfo Acosta (Rodolfo), Rita
Montaner (Rita), “Poncianito” (Juanito), Margarita Ceballos (Rosa), Arturo Soto
Rangel (el director de la prisión), Francisco Reiguera (don Gonzalo), Lupe
Carriles (doña Longina, la portera), Jorge Treviño (el vendedor de zapatos) y
las actuaciones de Rita Montaner, Pedro Vargas e Ismael Pérez Prado.
90 min. Blanco y negro.
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