24 de septiembre de 2013

Un escapista entre aborígenes


Bitter Springs (1950), Ralph Smart.

La tercera y última entrega de la Ealing en Australia es un western de pioneros en el que la familia King compra al gobierno una parcela de terreno a mil y pico kilómetros de ninguna parte y se traslada allí con sus ovejas.


Como en otras películas Ealing, la lucha contra fuerzas superiores se realiza en equipo y si es multicultural, mejor. Así que a la familia comandada por Wally King (Chips Rafferty) se unen el carpintero Mac (omnipresente Gordon Jackson) y el cómico cómico oficial de la productora durante el periodo bélico, Tommy Trinder.


La presentación de Tommy tiene lugar ante una de esas oficinas multiusos que parecen proliferar al borde del desierto. Alrededor de él se ha reunido una nube de curiosos para presenciar un número de escapismo que asegura haber ejecutado ante la mismísima reina de Inglaterra. Cuando los mirones se dispersan para escuchar la oferta de Wally King (Chips Rafferty), un perro se empeña en tirar de las cadenas que envuelven el saco en el que Tommy se ha quedado solo, revolcándose por el suelo. Así que, cuando por fin consiga deshacerse de sus ligaduras de una forma bastante chapucera, su gesto triunfal sólo tiene como testigo a su hijo.


Frente a la eficacia pionera de la familia King, Tommy, que ha viajado hasta las antípodas acompañado por su hijo de ocho o diez años (Nicky Yardley), demuestra una inoperancia extrema. Sin embargo, su entusiasmo le permite salir adelante ante cualquier situación. Tal es el caso del secuestro del chico por los aborígenes cuya tierra han usurpado. Porque en la filosofía de las tribus originarias de Australia, la tierra es para vivir, no para poseerla.


El hecho de que los colonos lleven armas de fuego y la tozudez de Wally King propician la muerte de un nativo y la defección de Blackjack (Henry Murdoch), un criado mestizo. En esta escalada de violencia se produce el apresamiento del chico. Tommy acude al rescate y, para distraer a los centinelas aborígenes despliega de sus modestas dotes de prestidigitador,


Rodada íntegramente en exteriores, Bitter Springs tiene en el paisaje y en el modo en que está fotografiado su mejor baza. También en la columna del haber: las escenas de negociación con los aborígenes y la construcción de la casa. Sin embargo, los clichés del western, que funcionan como referente genérico a la hora de plantear la película, se convierten en una rémora a la hora de encontrar una resolución autónoma, coherente con el argumento y con la construcción mítica de un país, que al fin y al cabo es de lo que van siempre estas películas de colonos.


Casi todas las tramas tienen un aspecto negativo que no terminan de encontrar su centro: la búsqueda de una madre para el hijo de Tommy Trinder se queda en el camino; cuando se concreta el noviazgo de Gordon Jackson tampoco parece que la metáfora de la alianza internacional tenga peso; el personaje del aborigen que trabaja para los blancos tiene un momento de grandeza cuando vuelve con los suyos, pero luego vuelve a cambiar de bando; y, sobre todo, la declaración postrera de Chips Rafferty, conciliatoria, no está refrendada por la imagen, de modo que el final, con llegada del séptimo de caballería australiano al rescate, es uno de los menos reconfortantes que uno haya podido ver en una película Ealing.


Bitter Springs (1950),
Production: Ealing Studios (GB)
Director: Ralph Smart.
Guión: Monja Danischewsky y W.P. Lipscomb, según un argumento de Ralph Smart.
Intérpretes: Chips Rafferty (Wally King), Tommy Trinder (Tommy), Nicky Yardley (Charlie, su hijo), Gordon Jackson (Mac), Jean Blue (“Ma” King), Charles 'Bud' Tingwell (John King), Nonnie Piper (Emma King), Henry Murdoch (Blackjack), Michael Pate (el ranger).
89 min. Blanco y negro.

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