Bitter Springs (1950), Ralph Smart.
La tercera y última entrega de la Ealing en
Australia es un western de pioneros en el que la familia King compra al
gobierno una parcela de terreno a mil y pico kilómetros de ninguna parte y se
traslada allí con sus ovejas.
Como en otras películas Ealing, la lucha
contra fuerzas superiores se realiza en equipo y si es multicultural, mejor.
Así que a la familia comandada por Wally King (Chips Rafferty) se unen el carpintero
Mac (omnipresente Gordon Jackson) y el cómico cómico oficial de la productora
durante el periodo bélico, Tommy Trinder.
La presentación de Tommy tiene lugar ante una
de esas oficinas multiusos que parecen proliferar al borde del desierto.
Alrededor de él se ha reunido una nube de curiosos para presenciar un número de
escapismo que asegura haber ejecutado ante la mismísima reina de Inglaterra.
Cuando los mirones se dispersan para escuchar la oferta de Wally King (Chips
Rafferty), un perro se empeña en tirar de las cadenas que envuelven el saco en
el que Tommy se ha quedado solo, revolcándose por el suelo. Así que, cuando por
fin consiga deshacerse de sus ligaduras de una forma bastante chapucera, su
gesto triunfal sólo tiene como testigo a su hijo.
Frente a la eficacia pionera de la familia
King, Tommy, que ha viajado hasta las antípodas acompañado por su hijo de ocho
o diez años (Nicky Yardley), demuestra una inoperancia extrema. Sin embargo, su
entusiasmo le permite salir adelante ante cualquier situación. Tal es el caso
del secuestro del chico por los aborígenes cuya tierra han usurpado. Porque en
la filosofía de las tribus originarias de Australia, la tierra es para vivir,
no para poseerla.
El hecho de que los
colonos lleven armas de fuego y la tozudez de Wally King propician la muerte de
un nativo y la defección de Blackjack (Henry Murdoch), un criado mestizo. En
esta escalada de violencia se produce el apresamiento del chico. Tommy acude al
rescate y, para distraer a los centinelas aborígenes despliega de sus modestas
dotes de prestidigitador,
Rodada íntegramente en exteriores, Bitter
Springs tiene en el paisaje y en el modo en que está fotografiado su mejor
baza. También en la columna del haber: las escenas de negociación con los
aborígenes y la construcción de la casa. Sin embargo, los clichés del western,
que funcionan como referente genérico a la hora de plantear la película, se
convierten en una rémora a la hora de encontrar una resolución autónoma,
coherente con el argumento y con la construcción mítica de un país, que al fin
y al cabo es de lo que van siempre estas películas de colonos.
Casi todas las tramas tienen un aspecto
negativo que no terminan de encontrar su centro: la búsqueda de una madre para
el hijo de Tommy Trinder se queda en el camino; cuando se concreta el noviazgo
de Gordon Jackson tampoco parece que la metáfora de la alianza internacional
tenga peso; el personaje del aborigen que trabaja para los blancos tiene un
momento de grandeza cuando vuelve con los suyos, pero luego vuelve a cambiar de
bando; y, sobre todo, la declaración postrera de Chips Rafferty, conciliatoria,
no está refrendada por la imagen, de modo que el final, con llegada del séptimo
de caballería australiano al rescate, es uno de los menos reconfortantes que
uno haya podido ver en una película Ealing.
Bitter Springs
(1950),
Production: Ealing Studios (GB)
Director:
Ralph Smart.
Guión: Monja
Danischewsky y W.P. Lipscomb, según un argumento de Ralph Smart.
Intérpretes: Chips Rafferty (Wally King), Tommy Trinder
(Tommy), Nicky Yardley (Charlie, su hijo), Gordon Jackson (Mac), Jean Blue (“Ma”
King), Charles 'Bud' Tingwell (John King), Nonnie Piper (Emma King), Henry
Murdoch (Blackjack), Michael Pate (el ranger).
89 min.
Blanco y negro.
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