Le Raid Paris-Monte Carlo en deux heures [740-749] (1905), Georges Méliès
El pequeño Louis Maurel había compartido escenario con Fragson y la Bella Otero en el mismo coliseo. Tiempo atrás había popularizado en el Café-Concert la canción “Le Pauvre Ouverrier”: “Je suis un pauvre ouverrier / Qui cherche tout l'temps à travailler / Mais par un singulier hasard / J'arrive hélas toujours trop tard, toujours trop tard”.
Méliès incorpora a su estudio y en sus producciones la evolución escenográfica producida en el teatro de variedades desde finales del siglo XIX: mutaciones a la vista, dioramas rodantes, plataformas elevadas... En el ensayo incluido en el libreto que acompaña los cinco DVDs de Georges Méliès: The First Wizard of Cinema (1896-1913), John Frazer hace referencia al music-hall londinense que sirvió de fermento al mago de Montreuil. Hacen también su aparición otros hombres del teatro, como Adolphe d’Ennery, un actor en activo desde los años cuarenta del siglo XIX hasta final de la centuria, entre cuyos últimos trabajos hubo un par de adaptaciones de Verne que también Méliès acometería.
Las cuatrocientas farsas del diablo
Pero sus relaciones con el teatro no se reducen a meras influencias. Él mismo es empresario del Robert Houdin y hombre atento a lo que hace la competencia. Queden Molière, Corneille, Racine y otros nombres de relumbrón en sus sacrosantos panteones que lo que aquí interesa es el espectáculo popular: el grand-guignol y la pantomima, el chafarrinón y el batacazo, emociones fuertes que compitan en sabor con el vinazo de la taberna y el ajenjo del café. Todo aquello que deja a un público no demasiado ilustrado boquiabierto u ojiplático. Una tradición que arranca de los Bufos parisinos, que importa a España Francisco Arderius en sus zarzuelas fantástico-colosales –como la parodia verniana “Los sobrinos del capitán Grant”– y que entronca con el teatro de gran espectáculo con el que aquí triunfaría en la segunda y tercera décadas del pasado siglo el gran Enrique Rambal.
A finales del XIX el Ambigu-Comique, el Theatre de la Porte Saint-Martin y el Teatro Municipal du Chatelet se especializaban en este tipo de espectáculos y a ellos recurre Méliès en busca de actores.
Las relaciones entre empresarios eran fluidas. La obra “La píldora del diablo” se estrenó en 1839 y se repuso en el Municipal du Chetelet en 1880. En diciembre de 1905 volvió a los escenarios como “Les quat'cent farces du diable” con partes filmadas para las que Méliès creó el carruaje infernal. Cuando terminaron las representaciones añadió nuevas escenas hasta completar los treinta y cinco cuadros de Les quat'cent farces du diable [849-870] (1906).
Vers les étoiles (1906), de la que sólo se conserva en la Cinemathèque una fotografía que muestra a un astrónomo, un soldado y una dama en la barquilla de un globo, fue un encargo de los hermanos Isola para el ballet del mismo título, estrenado en el Olympia en noviembre de 1906. Otra producción del Chatelet del mismo año incluía el autómata denominado el Gigante del Polo del que más adelante haría uso en la película A la conquête du Pôle (1912).
En 1905 Méliès se hizo cargo de los “efectos especiales –creaciones, trucos y decorados– de una revista escrita por Victor de Cottens para el Folies-Bergère. Las “creaciones incluían una proyección de diez minutos titulada Le Raid Paris-Monte Carlo en deux heures [740-749] (1905). El catálogo americano de la Star Film la menciona como “gran carrera fantástico-funambulesca” y hace el siguiente resumen de su argumento: “El Rey Leopopoldo de Bélgica ha llegado a París para renovar sus relaciones con las exquisitas parisinas que ya en el pasado han podido apreciar la gran estima que siente el monarca por su compañía. Él desea fervientemente realizar un viaje a Monte Carlo, la célebre ciudad balnearia y centro recreativo del principado de Mónaco, pero su estancia en Francia ha de ser tan breve que carece de las diecisiete horas que le llevaría el viaje en tren de París a la Riviera. Encuentra entonces por casualidad a un fabricante de automóviles que le propone realizar la jornada en sólo dos horas. Y este es el sorprendente y vertignoso viaje plasmado por el cinematógrafo”.
Dramatis Personae
Esta película nos interesa especialmente porque es un quién es quién del teatro de variedades de su tiempo. En el decorado de la plaza de la Ópera, entre los espectadores que van a despedir a los dos arriesgados viajeros, podemos ver inmediatamente -su altura le hace destacar por sobre los demás- al gigante sueco Antonich, que solía protagonizar espectáculos de lucha. A su lado, en lógico contrapunto, el mismísimo Little Tich o ¿es un imitador francés de Little Tich que se hacía llamar “Little Pich”?. Una cuestión que finalmente no somos capaces de contestar con seguridad.
Felix Galipaux, que hace de chófer en esta película, publicó en 1887 un libro de anécdotas teatrales llamado “Galipettes” y otro de memorias, “Les Souvenirs de Galipaux”.
El británico Henry Fragson –en la partida de nacimiento Leon Victor Phillip Pott–, estrella del music-hall a ambos lados del Canal encarna al rey Leopoldo. Según se relata en su biografía, "Fragson: The Triumphs and the Tragedy" de Andrew Lamb y Julian Myerscough, tuvo un final trágico. Fue asesinado por su propio padre una noche en que el actor regresó tarde a casa y, por haber olvidado las llaves, le hizo levantarse de la mesa en mitad de la cena.
Le Raid Paris-Monte Carlo en deux heures [740-749] (1905)
Producción: Star Film (FR)
Guión y Dirección: Georges Méliès.
Intérpretes: Henry Fragson (el rey Leopoldo de Bélgica), Félix Galipaux (el chófer), Fernande Albany (dama gorda), Louis Maurel, Jane Ivon-Blondet, Antonich, Little Tich y Georges Méliès (obrero y aduanero).
5 comentarios:
...algunas preguntas..."Adolphe d’Ennery, un actor en activo desde los años cuarenta del siglo XIX hasta final de la centuria"... ¿sabe si este Ennery tiene algo que ver con el autor de "Las dos huerfanitas" que filmase más tarde Griffith? Creo recordar que aquel era popular autor teatral...
¿Hay alguna filmación de alguna función de Enrique Rambal? Venga a oir hablar de él como figura legendaria, y no hay modo de echar el ojo a sus producciones... aunque sea en fotos...
Y el final del actor que encarnaba a Leopoldo... qué decir... detalles como este engrandecen la carpa de ustedes...
Venerable Abuelito:
De Rambal hablo siempre de oídas. Mis referencias son las historias que me contaba mi padre (en paz descanse), y las novelizaciones de su figura por Marcos Ordóñez ("Comedia con fantasmas") y Ricardo Franco/Fernán-Gómez ("Los restos del naufragio"). Pongo ambas cosas a su disposición... Las cenizas de mi progrenitor, no, claro.
Creo que en Utiel, tierra natal de don Enrique, se publicó una monografía sobre su obra, pero no he conseguido echarle el ojo. En bibliotecas virtuales y así hay un estudio sobre el teatro policiaco y de grand guignol que practicó en los años veinte.
Investigaremos lo de Ennery, sus nietos
No hemos investigado con propiedad lo de Ennery pero si lo hemos consultado. Efectivamente, es el autor de "Las dos huerfanitas" y de "Don César de Bazán", que Lubitsch hizo con Mary Pickford como "Rosita".
De la primera constan dos docenas de adaptaciones en el imdb. Varias de ellas, de nacionalidad egipcia y turca. Hemos visto "Orphans of the Storm", de Griffith y también una versión paródica con Totò que bien poco tiene que ver con el original: "I due ofanelli" (Mario Mattoli, 1947).
usted nos manda, sus nietos
Lo de Fernán Gómez lo conozco ya, así como los recuerdos numerosos que le dedica en su "Tiempo amarillo" al señor Rambal...
Y lo Ennery, buen dato (yo solo lo conocía como autor de dramones tremebundos), erudición inútil de esa que da jugo a la vida...
Venerable Abuelito:
Enrique Rambal hijo tuvo una prolífica carrera como actor. En cambio, su padre, "El Gran Rambal", creo que sólo hizo una película: "El desaparecido" (Antonio Graciani, 1934). Un auténtico folletín según era de prever. Desgraciadamente, no tengo noticia de que se conserven copias de la misma.
Sr. F.
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