O pai
tirano (1941), António Lopes Ribeiro
Chico (“Ribeirinho”), modesto empleado de la
sección de zapatería de los grandes almacenes Grandela, siente una pasión
ardiente por la linda Tatão (Leonor Maia), empleada en una perfumería de la
misma calle lisboeta. Hija de su tiempo, Tatão es una cinematófila empedernida.
En cambio Chico, romántico incurable, oficia de galán en la compañía de teatro
de aficionados “Os Grandelinhas”, dirigida con más fervor que talento por el
señor Santana (Vasco Santana).
En tanto que Graçinha (Graça Maria), compañera
de trabajo y novia de Chico en la obra que ensayan, se hace ilusiones sobre su
relación con él, el pérfido Artur de Castro (Arthur Duarte), villano de manual,
tiende sus redes en torno a la ambiciosa Tatão, cuyo sueño es casarse con un
millonario.
Y aquí entra en juego la obra de teatro que
prepara la compañía de aficionados, un melodrama tremebundo al gusto
decimonónico titulado “El padre tiránico o El último de los Almeida”. Porque lo
que António Lopes Ribeiro nos propone, además de un divertimento para el
lucimiento de su hermano “Ribeirinho” y de Vasco Santana al frente de un
reparto inspiradísimo, es un juego en el que los límites entre la
representación y la vida se difuminan.
Los ensayos, los engaños, las representaciones
fuera y dentro del escenario, conducen así a los personajes hacia su propia
catarsis, en la que las situaciones manidas y las frases rimbombantes del
teatro popular alcanzan una fuerza patética inusitada sin abandonar nunca el
tono de burla amable.
A pesar de su pátina de modernidad, los
ensueños de triunfo y ascenso social propuestos por el cine estadounidense – Tatão
menciona a Ginger Rogers, a Clark Gable y a Charles Boyer-, viene a demostrar
esta película “de tesis”, son mucho más ilusorios que los enredos de hijas
abandonadas y honores mancillados de los dramones de aficionados, puesto que en
estos triunfa el amor puro, la devoción filial y la reconciliación.
Hay una escena emblemática de este recorrido,
aquélla en la que Chico y Tatão polemizan sobre su concepción de las
relaciones. Él es partidario del amor cortés y platónico; ella está orgullosa
del lugar que la nueva mujer ocupa en la sociedad contemporánea y adivinamos
que no va a ser fácil que rehúse a ella a pesar del matrimonio. La pareja se va
deteniendo ante los carteles que anuncian películas, comedias y revistas, cuyos
títulos sirven de comentario, al modo brechtiano, a la discusión.
Pero también está ese palacio ocupado,
decorado natural que da carta de naturaleza a las barbas postizas y las
pelucas. O ese teléfono auténtico que, colocado en mitad del escenario,
convocará a bomberos y policías para acabar con una función de aficionados.
O pai
tirano es la primera producción de António Lopes
Ribeiro para su propia productora. Curtido en el cine de propaganda colonial y
fascista acorde con sus convicciones salazaristas, Lopes Ribeiro da aquí un
giro radical a su filmografía, demostrando un conocimiento profundo de las leyes
de la narración cinematográfica y manteniendo el mejor pulso durante las dos
horas de película. Los gags en tres tiempos –las campanadas del reloj-, el
slapstick y el chiste visual –Chico atravesando cual Jesse Owens la cinta que
miden dos clientas de los grandes almacenes-, la ironía dramática –el momento
en que Laurinha (Laura Alves) cree descubrir que Chico es un rico heredero-,
los retruécanos felices y las interpretaciones individuales de todo el reparto…
fluyen con inusitada placidez en esta comedia, sin duda una de las mejor
logradas de la edad de oro del cine portugués.
O pai tirano (1941)
Producción:
António Lopes Ribeiro (POR)
Director:
António Lopes Ribeiro
Diálogos:
António Lopes Ribeiro, Vasco Santana y Francisco Ribeiro, a partir de un
argumento de António Lopes Ribeiro.
Intérpretes:
Vasco Santana (José Santana), Francisco Ribeiro “Ribeirinho” (Chico Mega),
Leonor Maia (Tatão), Graça Maria (Gracinha), Teresa Gomes (Teresa), Luísa Durão
(doña Cândida), Laura Alves (Laurinha), Nelly Esteves (Júlia), Idalina de
Oliveira (Idalina), Arthur Duarte (Artur de Castro).
118
min. Blanco y negro
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