19 de agosto de 2009

Sombras y luces


Vida en sombras (1948), Lorenzo Llobet Gracia


YA SABEN ustedes que en la carpa amamos el humo de fritanga, el mareo de la noria y el sonsonete del organillo. El ambiente de las verbenas fin de siglo resulta tan pegajoso como encantador, y más cuando hay barracas de por medio. Está la de las variedades en las que un hombre pudibundo persigue a la tiple en bañador con una toalla para que no coja frío, la del fotógrafo al minuto que embalsama a sus clientes en un gesto hierático que la posteridad siempre encontrará ridículo, “el pajarito de la suerte” que dice la buenaventura eligiendo con el pico una predicción, el comefuegos… Y hay el sempiterno descontento, vendedor de cacahuetes, al que le ha hecho cisco la instalación de una barraca con la última moda de Francia: la fotografía en movimiento… el cinematógrafo.

Ahí entra el matrimonio Durán (Félix de Pomés y Graciela Crespo). Ella está en avanzado estado de gestación y así puede descansar un poco. El propietario de la barraca (Fernando Sancho) ejerce también de explicador. La primera “vista” –todas duraban entonces en torno a un minuto- es un baile excéntrico que triunfa en los cabarets parisinos. A la llegada de un tren, que provoca cierto recelo en el público por si pudiera salir de la pantalla y provocar alguna desgracia, le sigue una “escena de escamoteo”, en la mejor tradición del mago Méliès. La bella Mimí va quitándole las prendas de vestir a un maniquí y arrojándolas a un lado donde se recomponen dando vida a un policía, a un labrador bretón o al mismísimo Napoleón. Mimí hace aparecer entonces por arte de birlibirloque una bandera francesa y ya tenemos la estampa patriótica que sirve de broche a este episodio de prestidigitación cinematográfica.


Mientras se proyecta una escena vodevilesca titulada “Un ladrón en la alcoba”, el barraquero se ofrece a satisfacer la curiosidad de sus clientes. Pregunta uno cómo funciona el aparato.
-La magia de la imagen en movimiento –responde el industrial-. Pura magia, pura magia.

La última atracción es la proyección de un número “del mago español Pedrito, aventajado discípulo de Méliès”. La señora Durán siente un desfallecimiento. En un maravilloso efecto de sincronía entre la realidad y el arte cinematográfico que es el leit motif de Vida en sombras, el mago Pedrito (el más adelante prolífico realizador Pedro Lazaga) extrae de su sombrero de copa a un infante de casi cuatro kilos en tanto que Carlos Durán rompe a llorar. La señora Durán ha dado a luz… a la luz del proyector cinematográfico.


Tras el prólogo ambientado a principios de siglo, la película salta a la época de la Gran Guerra. Carlos y Luis son dos muchachos que se parten la cara en defensa de los héroes del serial o de la comicidad de Chaplin. Ana, una amiga de ambos, es partidaria de Perla Blanca –Pearl White-. A Carlos le regalan una Pathé Baby y hace películas amateurs protagonizadas por Luis. Su trabajo sobre la exposición internacional de Barcelona de 1929 tiene suficiente calidad como para interesar a Fernando Sancho, que ahora se ha convertido en productor. Carlos comienza así a trabajar como operador de actualidades al tiempo que escribe artículos de estética cinematográfica para “Films Selectos”. Un encuentro fortuito le reúne de nuevo con Ana.


El estallido de la Guerra Civil acaba con la vida de su mujer y su hijo. Carlos se alista en la aviación franquista pero su vida está acabada. Sumido en sus morbosos recuerdos no quiere volver a tocar la cámara. Sus fantasmas reviven durante la proyección de Rebecca, la película de Hitchcock a cuya proyección ha ido acompañado por Luis, convertido ahora en actor de éxito, y Clara (Isabel de Pomés), la hija de su casera. El impacto de la película es tal, que Carlos se atreve a enfrentarse por fin a las películas familiares de Ana. Sólo entonces acepta el encargo de realizar su primera película profesional, en la que un matrimonio acude a la verbena y etcétera etcétera.


Vida en sombras es la única película “comercial” del cineasta amateur catalán Lorenzo Llobet Gracia. Como Ferrán Alberich le ha dedicado un documental completo (Bajo el signo de las sombras, 1983), nos eximirán ustedes de repetirlo todo aquí. En apunte telegráfico:
Barcelona (1911) – Sabadell (1976). A los 17 años filma su primera película con un Pathé Baby, como hará Carlos Durán en Vida en sombras. Fundador de diversas asociaciones de cineastas amateurs durante la República. Realizador de un puñado de títulos en formatos alternativos hasta 1954. Productor, guionista y director de un único largometraje de ficción, que hoy nos ocupa.

Vida en sombras se estrenó tarde y mal. Tuvo una calificación oficial lamentable y permaneció invisible hasta que en 1983 se llevó a cabo su recuperación a partir de varias copias de exhibición. Desde entonces la reputación de Vida en sombras ha seguido creciendo. Hoy está considerada un clásico imprescindible del cine español.

Sr. Feliú


Vida en sombras (1948)
Producción: Castilla Films (ES)
Director: Lorenzo Llobet Gracia
Guión: Lorenzo Llobet Gracia y Victorio Aguado, basado en un argumento original del primero.
Intérpretes: Fernando Fernán Gómez (Carlos Durán), María Dolores Pradera (Ana), Isabel de Pomés (Clara), Fernando Sancho (Sancho, el de la barraca del cinematógrafo), Félix de Pomés (el señor Durán), Graciela Crespo (la señora de Durán), Jesús Puche (el fotógrafo), Camino Garrigó (la madre de Ana), Arturo Cámara (Comandante), Alfonso Estela (Luis), Tomás Gutiérrez Larraya (el vendedor de “Films Selectos”), Hernández (otro vendedor), Mary Santpere (Criada), María Severini (la dueña de la pensión), Miquel Graneri, Marta Flores, Enrique Tusquets, los niños: Antonia Llobet, Juanito López y Valero, y la voz de Joaquín Soler Serrano.
90 min. Blanco y negro.

3 comentarios:

rooms dijo...

Muy buen blog, muchísimo curro actualizar tan frecuentemente... y todo por amor al arte... ¿no?

Sr. Feliú dijo...

Ya sabe usted, amigo rooms, que sarna con gusto no pica. Y no sufra por lo otro, nuestro anfitrión es un rentista de tomo y lomo que tiene una legión de documentalistas a su servicio a los que soborna con suculentas mariscadas servidas por bellas acróbatas y fornidos trapecistas después de cada proyección. Si a eso se le puede llamar "amor al arte"...
Siga usted visitándonos si el lugar es de su gusto.
Atte., Sr. F.

Yo Tampoco dijo...

Señor rooms, estos señores harían y hacen cualquier cosa... pol amol al seltimo alte... no lo dude...