En cualquier sitio dedicado al cine de culto encontrarán ustedes cumplida información sobre la vida y milagros del astro-húngaro errante Edgar G. Ulmer. ¡Con decirles que anduvo por España hacia 1929 participando en la primera versión cinematográfica del “Zalacaín”, de don Pío Baroja! Pero es que luego rodó películas en yiddish en tres días, firmó algunas de las cumbres del fantástico con cuatro perras y alimentó su propio mito de cineasta ubicuo hasta el final.
Bluebeard, rodada para la modestísima PRC en 1944, es una de esas cintas que excitan la mitomanía. Una rotunda interpretación de John Carradine como sicópata asesino en el París de finales del XIX. Gaston Morrell (John Carradine) retrata a bellas señoritas, las estrangula con su corbata y las arroja a las aguas del Sena ante bellos fondos pintados de Notre Dame. ¡Qué quieren ustedes si la película se rodó en seis días!
La policía denomina al misterioso asesino “Barba Azul”, como el personaje del folklore popular cuyas sangrientas hazañas recogió y publicó Charles Perrault.
Como sus extraños retratos sólo sirven para enriquecer al marchante (Ludwig Stossel) y no sólo de crímenes vive el sicópata, Morrell regenta un teatrito de marionetas en un parque parisino. Morrell diseña los muñecos y su vestuario, escribe las óperas de bolsillo que interpretan y manipula los hilos de las marionetas. En resumen, es el demiurgo completo. En este mundo en miniatura todo ha sido creado a su voluntad y a ella obedece.
Asistido por un veterano de guerra (Henry Kolker) y por una sufrida asistente de voz de oro (Sonia Sorel) que pronto acabará en el Sena, Morrell orquesta una bella representación de “Fausto”.
Algunas de las soluciones visuales, ese Mefistófeles armado de mandolina, el fuego… remiten, en nuestro imaginario vicioso al Barbe Bleue (1901), de Georges Méliès como pueden ver en este enlace [https://youtu.be/biRpUVwbusU]
Las marionetas de la película de Ulmer fueron creadas y manipuladas por Bob Baker, un habitual de Hollywood que protagonizó con sus criaturas un cortometraje musical que no hemos podido encontrar: April in Paris (1947).
Bluebeard (Barba Azul, 1944)
Producción: PRC Pictures (EEUU)
Director: Edgar G. Ulmer.
Guión: Edgar G. Ulmer, inspirado en el cuento de Charles Perrault.
Intérpretes: John Carradine (Gaston Morrell), Jean Parker (Lucille), Nils Asther (el inspector Lefevre), Ludwig Stossel (Jean Lamarte, el marchante), Teala Loring (Francine), Sonia Sorel (Renée Clairmont), George Pembroke (el inspector Renard), Henry Kolker (Deschamps).
Blanco y negro. 70 min.
Blanco y negro. 70 min.
3 comentarios:
¡Qué dos extraordinarias películas evbocan en sus últimas entradas...! El muñeco dueño del alma de Miguel Redgrave resulta la mejor pieza de un menú británico la mar de degustable (incluida la hilarente peripecia fantasmal basada en un cuento de Wells); a quien no sepa ver en Barbazul sino lo precario de su presupuesto, sin apreciar mérito alguno en la labor del señor Ulmer (¡en España en 1929... anda que no saben ustedes cosas...!)le aconsejo un ejercicio de cionefagia: ver un montón de producciones de PRC o Monogram dirigidas por stajanovistas como Sam Newfield (que ni de lejos es el peor entre los de su especie), hartarse de sus planos medios fijos, su descuido más que evidente en la construcción de una atmósfera, la rutina que preside todas y cada una de las posiciones de la cámara (normalmente, ay, una sola para todo el rodaje)... y luego compararla con el título de Ulmer. Varán como así sí que aprecian su habilidad a la hora deefectuar un plano, un contrapicado, cualquier elemento que le sirva para romper con al tedio y la pobreza visual, al menos hasta el límite que el tacañísimo presupuesto le permite... Eso por ho hablar de "Detour", harina de otro costal indiscutiblemente maestro...
...y ghracis por ese ángel de fuego, que antes no recordé expresárselas...
Venerable Abuelito:
Sirve la entrada no más como excusa para su sapientísimo comentario sobre la serie Z y el puesto que en ella ocupa don Edgardo Ulmer.
Como bien sabe usted, aquí las películas no tienen otra categoría que su capacidad para evocar o crear la ilusión, lo insólito o lo distinto.
Aunque a medio pistón, siguen en ello sus nietos que bien le quieren
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