27 de mayo de 2013

Los infortunios de Fortunato


Fortunato (1941), Fernando Delgado

Los infortunios de Fortunato (Antonio Vico) comienzan el día en que se encuentra despedido de su modesto puesto de trabajo en una compañía de seguros para que el ocioso Alberto (Manuel San Román) justifique su vida de francachelas.


Con el trabajo se va por la borda el exiguo estipendio con el que Fortunato mantiene a su mujer (Carmen Carbonell) y a sus hijos. De este modo comienza un vía crucis en el que demuestra su poca adecuación para desempeñarse como camarero —en un club que la policía cierra porque hay trapicheo de estupefacientes— o como tranviario.


No le va mucho mejor como comparsa en una zarzuela de ambiente histórico… Que si el casco, que si la peluca, que si la lanza… A pesar de los sabios consejos de un compañero (Francisco Bernal), Fortunato consigue arruinar la salida del escenario de las tropas que debía coincidir con el do de pecho del tenor.


Entonces alcanza el escalón más bajo de este descenso a los infiernos. Siguiendo la pauta de la obrita teatral de los hermanos Álvarez Quintero en que se basa el guión, para poder dar de comer a sus hijos, Fortunato acepta el puesto de asistente de una tiradora de circo, madame Amaranta (Florencia Becquer). El hecho de que el anterior ayudante, Sabatino (Mariano Alcón), haya caído —como quien dice— en acto de servicio, no da mucha tranquilidad.


La tradición familiar de madame Amaranta tampoco inspira mucha confianza: el padre, muerto al caer desde el alambre por el que pretendía cruzar las cataratas del Niagara; el hermano Aníbal, devorado por una pantera; y el benjamín, de inanición mientras se entrenaba como faquir. En esto último, Fortunato asegura que tiene un entrenamiento soberbio. Y así es como Fortunato se ve obligado a hacer el indio con grave riesgo de su integridad física: blanco humano pintarrajeado de piel roja.


Fernando Delgado, falangista de pro, se preocupa de dejar bien claro al principio que la acción no es contemporánea, sino que sucede en 1934, cuando aún existían en España el nepotismo, el paro y el hambre… realidades tan erradicadas de la Nueva España en 1942 como en 2013.


Por lo demás, el cansino desarrollo de la trama y su insatisfactorio final “deus ex machina” apenas resulta soportable sino fuera por el soberbio trabajo de Antonio Vico, que debe cargar sobre sus enclenques espaldas con todo el peso de la cinta, saliendo airoso de tamaño embolado.



Fortunato (1941)
Producción: P.B. Films (ES)
Director: Fernando Delgado.
Guión: Fernando Delgado, de la comedia homónima de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero.
Intérpretes: Antonio Vico (Fortunato), Carmen Carbonell (Rosario), Florencia Becquer (Amaranta), Anselmo Fernández (Victorio), María Luisa Arias (Constanza), Manuel San Román (Alberto), Francisco Bernal (un comparsa), Pablo Hidalgo (jefe de comparsería), Mariano Alcón (Sabatino), Luisa Jerez (Inés), Joaquina Carreras (Remedios), Esmeralda Seslavine (la tiple), Esteban Lehoz (el tenor), José Abulquerque (el maitre), Perico Chicote (barman).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta la vi hace algún tiempo; no sé si me confundo, pero creo haber visto también una versión con Pepe Isbert -cuyo nombre no recuerdo- y otra con López Vázquez del 65 o 66 llamada "Es mi hombre"... ¿Puede sacarme de la duda, sabio Feliu?
(El ABUELITO, aunque ponga Anónimo)

Sr. Feliú dijo...

Anónimo Abuelito:

No, no es la misma. Esto es una versión de una comedia de los hermanos Quintero y las que usted recuerda son versiones de la tragedia grotesca de Arniches "Es mi hombre". Existen algunos puntos en común, pero en la de Arniches el protagonista, un pobre hombre que va de oficio en oficio sin beneficio alguno, se descubre, espoleado por el hambre y el orgullo herido, como un matachín terrible que se contrata como jefe de seguridad en un garito.

La de Isbert se llamaba "Lo que cuesta vivir" y la dirigió Ricardo Núñez. Arranca con un plano memorable en el que don José ejerce de hombre anuncio dentro de una botella de reconstituyente que se llamaba "Vigor", "Hércules" o vaya usted a saber qué otro nombre más contradictorio con el frágil físico del portador.

La de López Vázquez respetaba el título de la comedia de Arniches, aprovechando el centenario del nacimiento del alicantino. Tenía una escena descacharrante con López Vázquez disfrazado de turco concupiscente. El aggiornamento de la obra pasaba porque el pobre hombre terminase contratado en... ¡un club ye-yé! Y en lugar de expulsar a los tahures y otros levantamuertos terminaba enviando a los muchachos al barbero y readmitiéndolos sólo como emasculados Sansones. Dirigía don Rafael Gil en horas bajas.

Sus nietos, que le felicitan por la reapertura del Desván