Fortunato (1941), Fernando Delgado
Los infortunios de
Fortunato (Antonio Vico) comienzan el día en que se encuentra despedido de su
modesto puesto de trabajo en una compañía de seguros para que el ocioso Alberto
(Manuel San Román) justifique su vida de francachelas.
Con el trabajo se va
por la borda el exiguo estipendio con el que Fortunato mantiene a su mujer
(Carmen Carbonell) y a sus hijos. De este mo do comienza un vía crucis en el que
demuestra su poca adecuación para desempeñarse como camarero —en un club que la
policía cierra porque hay trapicheo de estupefacientes— o como tranviario.
No le va mucho mejor
como comparsa en una zarzuela de ambiente histórico… Que si el casco, que si la
peluca, que si la lanza… A pesar de los sabios consejos de un compañero (Francisco
Bernal), Fortunato consigue arruinar la salida del escenario de las tropas que
debía coincidir con el do de pecho del tenor.
Entonces alcanza el
escalón más bajo de este descenso a los infiernos. Siguiendo la pauta de la
obrita teatral de los hermanos Álvarez Quintero en que se basa el guión, para
poder dar de comer a sus hijos, Fortunato acepta el puesto de asistente de una
tiradora de circo, madame Amaranta (Florencia Becquer). El hecho de que el
anterior ayudante, Sabatino (Mariano Alcón), haya caído —como quien dice— en
acto de servicio, no da mucha tranquilidad.
La tradición
familiar de madame Amaranta tampoco inspira mucha confianza: el padre, muerto
al caer desde el alambre por el que pretendía cruzar las cataratas del Niagara;
el hermano Aníbal, devorado por una pantera; y el benjamín, de inanición
mientras se entrenaba como faquir. En esto último, Fortunato asegura que tiene
un entrenamiento soberbio. Y así es como Fortunato se ve obligado a hacer el
indio con grave riesgo de su integridad física: blanco humano pintarrajeado de
piel roja.
Fernando Delgado,
falangista de pro, se preocupa de dejar bien claro al principio que la acción
no es contemporánea, sino que sucede en 1934, cuando aún existían en España el
nepotismo, el paro y el hambre… realidades tan erradicadas de la Nueva España
en 1942 como en 2013.
Por lo demás, el
cansino desarrollo de la trama y su insatisfactorio final “deus ex machina”
apenas resulta soportable sino fuera por el soberbio trabajo de Antonio Vico,
que debe cargar sobre sus enclenques espaldas con todo el peso de la cinta,
saliendo airoso de tamaño embolado.
Fortunato (1941)
Producción: P.B. Films (ES)
Director: Fernando Delgado.
Guión: Fernando Delgado, de la comedia homónima de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero.
Intérpretes: Antonio Vico (Fortunato), Carmen Carbonell (Rosario), Florencia Becquer (Amaranta), Anselmo Fernández (Victorio), María Luisa Arias (Constanza), Manuel San Román (Alberto), Francisco Bernal (un comparsa), Pablo Hidalgo (jefe de comparsería), Mariano Alcón (Sabatino), Luisa Jerez (Inés), Joaquina Carreras (Remedios), Esmeralda Seslavine (la tiple), Esteban Lehoz (el tenor), José Abulquerque (el maitre), Perico Chicote (barman).
2 comentarios:
Esta la vi hace algún tiempo; no sé si me confundo, pero creo haber visto también una versión con Pepe Isbert -cuyo nombre no recuerdo- y otra con López Vázquez del 65 o 66 llamada "Es mi hombre"... ¿Puede sacarme de la duda, sabio Feliu?
(El ABUELITO, aunque ponga Anónimo)
Anónimo Abuelito:
No, no es la misma. Esto es una versión de una comedia de los hermanos Quintero y las que usted recuerda son versiones de la tragedia grotesca de Arniches "Es mi hombre". Existen algunos puntos en común, pero en la de Arniches el protagonista, un pobre hombre que va de oficio en oficio sin beneficio alguno, se descubre, espoleado por el hambre y el orgullo herido, como un matachín terrible que se contrata como jefe de seguridad en un garito.
La de Isbert se llamaba "Lo que cuesta vivir" y la dirigió Ricardo Núñez. Arranca con un plano memorable en el que don José ejerce de hombre anuncio dentro de una botella de reconstituyente que se llamaba "Vigor", "Hércules" o vaya usted a saber qué otro nombre más contradictorio con el frágil físico del portador.
La de López Vázquez respetaba el título de la comedia de Arniches, aprovechando el centenario del nacimiento del alicantino. Tenía una escena descacharrante con López Vázquez disfrazado de turco concupiscente. El aggiornamento de la obra pasaba porque el pobre hombre terminase contratado en... ¡un club ye-yé! Y en lugar de expulsar a los tahures y otros levantamuertos terminaba enviando a los muchachos al barbero y readmitiéndolos sólo como emasculados Sansones. Dirigía don Rafael Gil en horas bajas.
Sus nietos, que le felicitan por la reapertura del Desván
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