It’s a Gift
(1923), Hugh Fay
Somos de los que utilizan las páginas de
color salmón del periódico para limpiar los cristales de la caravana. Así que
no es de extrañar que no nos hayamos enterado hasta ayer de la caída del precio
del petróleo. Resulta que ahora está en mínimos de hace once años, con el
barril Brent y el Texas, de referencia en Europa y en Estados Unidos
respectivamente, cotizando casi en paridad en torno a los 33 dólares. Asunto nada baladí,
pues lo mismo vale para que se monte un pitote en Venezuela que organicemos una
guerra en Oriente Próximo.
Andábamos en estos dimes y diretes después ver It’s a Gift, una de las cintas más
suculentas del comediante del estudio de Hal Roach, Harry “Snub” Pollard. La copia que vimos no se
corresponde exactamente con la que se puede ver en YouTube:
En la nuestra, un intertítulo detalla la condición de los
hombres dispuestos a solicitar la ayuda del inventor Pollard. Son “Magnates del
Petróleo, Corredores de Bolsa, Promotores, Financieros… y algún hombre
honrado”. Son ellos los que, desacreditados por desaprensivos que venden
cualquier cosa como combustible, provocando los consiguientes desastres,
deciden recurrir al hombre que ha descubierto el modo de sustituir los
peligrosos carburantes de origen fósil.
Tras este prólogo de didascalias satíricas y explosiones que
provocan auténticos estropicios, estamos por fin en condiciones de conocer al
protagonista.
Una serie de ingeniosos artefactos se ponen en marcha
mediante cordeles que el interesado maneja desde la cama. Keaton ya había
explotado estos mecanismos mecánicos en The
Scarecrow (Buster Keaton y Edward F. Cline, 1920) y volvería a hacerlo en The Navigator (El navegante, Buster Keaton y Donald Crisp, 1924). Ahora bien, lo que en Keaton es ocasión
para una demostración del arte de la pantomima y de la coreografía cómica, en
Pollard sirve de motor para el hallazgo visual autónomo: una pluma acoplada al
despertador hace cosquillas en las plantas de los pies del dormilón, el
mecanismo del tocadiscos sirve para poner en marcha sendos cepillos que limpian
chaqueta y zapatos… También Charley Bowers convertirá la maquinaria –siempre
desproporcionadamente grande para realizar tareas más o menos sencillas- en
centro argumental y escenográfico de muchas de sus películas
[http://www.circomelies.com/2011/12/vida-sonada-de-charley-bowers.html].
Al recibir la invitación de los magnates del petróleo el
inventor Pollard coge su vehículo y se pone en marcha. Un error elemental de
narración, da lugar al segmento más feliz de la peliculita. Porque el
espectador no tiene más remedio que colegir –contigüidad y causalidad obligan- que
éste es su hallazgo para acabar con las explosiones producidas por el
combustible adulterado. Cuando, después de muchas peripecias, Pollard llegue a
la mansión de los magnates comprobaremos que no es así, que él ha creado un
potentísimo derivado de la gasolina que, con una sola gota, convierte a una
flotilla de Fords en un desquiciado ballet automovilístico.
Hablábamos de yerro narrativo porque Pollard se desplaza en
un coche magnético. Le basta con coger un imán gigante e introducirse en un
pequeño vehículo, cruce de cohetito mélièsiano y biscúter.
Un nuevo juego de palabras revela la naturaleza del auto.
Con la simple supresión de una letra, “Garbage” —basura— se convierte en
“Garage” —cochera—. Es en éste recorrido, con un inciso para hacer una demostración
de la inutilidad de sus “zapatones a prueba de agua”, donde el bigotón de Pollard
luce con mayor imperturbabilidad cómica y donde su habilidad o su impericia en
el manejo del imán le van a meter en complicaciones de las que tendrá que
escapar gracias a sus propios recursos inventivos.
No hay otro remedio. Hace un siglo, como hoy, los magnates
del petróleo no se andaban con chiquitas.
It’s a Gift (1923)
Producción: Hal
Roach Studios (EEUU)
Director: Hugh
Fay.
Intérpretes:
Harry “Snub” Pollard, Marie Mosquini, William Gillespie, Wallace Howe, Mark
Jones.
10 min. Blanco
y negro.
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