27 de abril de 2010

Ribeirinho, paradigma del ventrílocuo tímido


O grande Elias
(1950), Arthur Duarte 

Chuva de Estrelas 
“Chuva de Estrelas”. Este es el espectáculo que dan en el Teatro Variedades de Lisboa. La principal atracción es la cantante Ana María (Milú) y su éxito “Quero… e não quero”. Y esta duda trae a mal traer al ventrílocuo Miguel (Francisco Ribeiro “Riberinho”).

En las películas sólo hay dos tipos de ventrílocuos: el sicópata dominado por su muñeco y el tímido que sólo es capaz de acercarse a una mujer gracias a su álter ego. Miguel es de estos últimos. “Eugenio”, su muñeco, realiza todo el trabajo de seducción de Ana María. Uno desconoce la obra de Jacques Compannez en que se basa la película pero juraría que este prólogo no aparece en ella. Ni siquiera se plantea aquí el conflicto, que no hará su aparición hasta el segundo acto. Cuando la acción comienza de verdad el muñeco “Eugenio” ha quedado encerrado en su vitrina y, salvo las dos canciones que Milú ha interpretado en este tramo, sólo cantará otra mientras monta con su prometido en bicicleta.

El enredo comienza cuando la temible tía Adriana (Cremilda de Oliveira) anuncia su visita desde Brasil. Carlos (Estevão Amarante), el padre de Ana María, confiesa entonces que lleva años inventándose hijos para estimular la generosidad de la tía. El dinero ha ido a parar a negocios ilusorios concebidos junto a su compadre Elias (António Silva). El último fue la invención de un azúcar sintético que no endulzaba… pero estaba indicadísima para los diabéticos.

Ana María será ella misma, aunque la tía no debe enterarse de su carrera en el mu
ndo del espectáculo. A otra hermana la matan de un tifus fulminante. Miguel asumirá el papel de Francisco, uno de los gemelos. Del otro le cuentan a la buena señora que es la oveja negra, llevó una vida de perdulario durante algunos años y terminó dedicado a la lucha con el sobrenombre de la “Pantera Negra”.

Elias se encarga de orquestarlo todo… enredándolo cada vez más. En el palacete -que ha conseguido de un amigo anticuario que va a subastar los muebles- se hace pasar por mayordomo. El gran Elias da explicaciones fantásticas, organiza combinaciones rocambolescas y siempre tiene una idea que complica aún más la cosa. Es así como Miguel se ve obligado a subir al ring en el Parque Mayer lisboeta. El magro físico de Ribeirinho frente a la mole de un luchador profesional. Hemos visto a Buster Keaton, a Chaplin, a Harold Lloyd, a José Luis Ozores y a Danny Kaye en la misma tesitura.

Hay alguna alusión a la actualidad –a costa del Plan Marshall, por ejemplo- pero no empaña la liviandad del propósito de esta comedia. La disfuncionalidad de la familia los sueños de riqueza inmediata, la trampa y la triquiñuela como medio de subsistencia, el quiero y no puedo… se resolverán al final gracias a los dineros de la tía de América. 

Arthur Duarte 
Arthur Duarte (1895-1982), el director de O grande Elias, comenzó su carrera como actor en 1921, en su Portugal natal. Su interés por el cine le lleva, mediada la década, a París y a Berlín donde se familiarizará con las nuevas técnicas del cine sonoro. A principios de los años treinta, lo encontramos en España. Sirve de enlace entre varios alemanes huidos del nazismo –el director Max Nosseck, el operador Willy Goldberger, el escenógrafo Herbert Lippschitz…- y el distribuidor portugués Bloco H. da Costa. Todos ellos constituyen en Barcelona la sociedad de producción Ibérica Films. Duarte figura en la media docena de títulos que se ruedan en España mediante esta fórmula como ayudante de dirección, aunque ejerce ocasionalmente de actor, como en la primera adaptación de la zarzuela Doña Francisquita (1934).

Su carrera como director de largometrajes arranca en Portugal, en 1938, con Os Fidalgos da Casa Mourisca. Interviene como actor –hace el villano, el contrincante de “Riberinho”- en O pai tirano (1941), de António Lopes Ribeiro, una de las películas fundacionales del llamado “período de ouro” de la comedia portuguesa, de la que Duarte se convierte en uno de los más conspicuos cultivadores. O Costa do Castelo (1943) –tragedia grotesca en la que Antonio Silva encarna al soñador Simplicio Costa- y O leão da estrela (1947) –en la que el mismo actor es un padre de familia forofo del Sporting de Lisboa que hará lo que sea con tal de ver jugar a su equipo la final contra el Oporto- son dos de los títulos más representativos de esta hornada. 

Se trata de crónicas populares, pequeño burguesas, más próximas espíritu del sainete que al neorrealismo, soportadas por un grupo de cómicos entre los que descuella, siempre pletórico, el gran António Silva, acompañado por un elenco más o menos estable configurado por el orondo Vasco Santana, la cantarina Milú, el cómico Francisco Ribeiro “Ribeirinho”, la sempiterna madre María Olguim o la dicharachera Laura Alves. Arthur Duarte mantiene un buen ritmo de trabajo en esta década también en España donde, al amparo del acuerdo cinematográfico establecido entre los dos dictadores ibéricos, se ruedan versiones en ambos idiomas de títulos como Es peligroso asomarse al exterior / É Perigoso Debruçar-se (1946), El huésped del cuarto número 13 / O hóspede do quarto 13 (1946), Fuego / Fogo! (1941) y Nubes de verano / Parabéns, Senhor Vicente (1954). En la década de los cincuenta decrece su ritmo de producción, debiendo conformarse al final de su carrera con la realización de documentales. Será el Instituto Português de Cinema surgido de la Revolución de los Claveles, el que, paradójicamente, apoye la financiación de su última obra como director: Recompensa (1977).


O grande Elias (1950) 
Producción: Tobis Portuguesa (POR) 
Director: Arthur Duarte. 
Guión: Fernando Fragoso, basado en una idea de Jacques Compannez. 
Diálogos: João Bastos. 
Intérpretes: António Silva (Elias), Milú (Ana Maria), Francisco Ribeiro “Ribeirinho” (Miguel, el ventrílocuo), Cremilda de Oliveira (Tia Adriana), Maria Olguim (Francisca), Estevão Amarante (Carlos, el padre de Ana María), Humberto Madeira, Licinio Sena, los luchadores Filipe Rebordão, Damian, Kid Moralino, Duvivier, Kid-Fer, Lobo da Costa, Figueiredo, Mateus y Ruivo, y las bailarinas del Teatro Variedades bajo la dirección de Eugénio Salvador. 
108 min. Blanco y negro.

4 comentarios:

El Abuelito dijo...

Interesantísimo tema parece este de la comedia portuguesa... seguirá usted saciando, supongo, nuestra curiosidad en futuras entradas...

Sr. Feliú dijo...

Pues al menos una sobre un grupo de teatro de aficionados montado por los empleados de unos grandes almacenes lisboetas que ensayan un tremendo melodrama decimonónico cae seguro.
Metadramaturgia, intermedialidad y otras lindezas cómicas de la añada del 41.
Prometido, sus nietos

Sandra dijo...

Obrigado pela referência ao bom cinema português. :)

Javi dijo...

Intentaremos volver sobre esta cinematografía, que nos entusiasma, doña Sandra.

Tenemos pendiente esa entrada sobre O pai tirano.

Obrigadisimos.