26 de septiembre de 2009

Blacaman salva a McCarthy


You Can´t Cheat an Honest Man (1938), George Marshall

No se puede timar a un hombre honesto
Muchas de las frases que circulan firmadas por Fields vienen de estas películas rodadas para la Universal al final de la década de los treinta, que resultaron ser productos más asequibles y exitosos que los anteriores. Fields estaba ocupado imaginando su personaje como Mago de Oz para un proyecto muchas veces esbozado, cuando se embarca de lleno con la Universal de la mano de Lester Cowan y Cliff Works.

Este primer trabajo, You Can´t Cheat an Honest Man, resultó un caos descomunal durante el rodaje. Con cambios de dirección constantes e intromisiones desde el estudio y con la dificultad añadida de trabajar o competir con el ventrílocuo Bergen y su muñeco Charlie McCarthy en protagonismo, el guión se va elaborando cada día a tres bandas según cuenta James Curtis. Las deliberaciones duraban hasta mediodía y sólo entonces se comenzaba a rodar. Llegó a haber dos unidades, una con Bergen y otra con Fields. Hasta que Fields no consigue a su amigo Edward Cline, la película avanza a trompicones. Con Cline la película gana en calidad y rapidez y los informes comienzan a ser más favorables. Y es que en la Universal ya estaban tirándose de los pelos. Es muy interesante leer los informes de producción que elaboraban los ejecutivos de los estudios y que gracias a Louvish hemos tenido la suerte de conocer. Fields era lo suficientemente atrevido y veterano como para necesitar doble vigilancia. Él mismo se queja por carta a los estudios: "It looks to me like sabotage. Someone with the reins in their hands, is ruinning this fine picture… the humaness and the truth have been deleted…" Uno de los motivos debió de ser la escena en la que Fields toma una ducha. "Que es esto? Ah, jabón". El chorro de agua se lo proporciona un elefante cuando suena la campana de comienzo de función y Fields sale disparado. El espectador cree que está desnudo mientras el director nos oculta lo indebido detrás de otros objetos en primer plano.

El Circus Giganticus de Larson E. Whipsnade 
En You Can´t Cheat an Honest Man, Fields remata su personaje favorito, 35 años después de su primera aparición en la obra "The Ham Tree". El Eustace McGargle de Poppy, el Gabby Gilfoil de Two Flamming Youths o el Gran McGoniggle de Old Fashioned Way convergen de manera natural en Larson E. Whipsnade, Presidente y Manager General del Whipsnade's Circus Giganticus, un circo que va siempre un paso por delante de la policía, como queda bien claro desde las primeras secuencias.
Una caravana de carromatos tirados por caballos a todo galope. Whipsnade (W.C. Fields) se asoma, como puede, por el pequeño ventanuco de uno de ellos. Tiene cara de preocupación. El motivo: tienen que llegar antes que la policía al mojón que señala el cambio de jurisdicción. El último de la fila de carromatos es un elefante que a duras penas cruza la meta antes que los representantes de la justicia.
Whipsnade vende las entradas del espectáculo y se nos muestra de nuevo la esencia del vendedor de zarzaparrillas moradas o el de ungüentos milagrosos. Entre ruidos y sobresaltos de muy variada factura, donde Fields muestra su maestría, entrega el cambio mal a unos listillos que creen que se ha equivocado a favor de ellos. Disimulan llevándose corriendo el supuesto botín mientras Whipsnade dice: "Miren el cambio antes de abandonar la ventanilla". Toda la secuencia es genial hasta su resolución, cuando tira malhumorado los tickets de las entradas a un pobre trabajador negro que ha pronunciado mal su nombre y se arroja sobre el público para tratar de recuperarlos.

Roban la caja y los indicios apuntan a una de las marionetas de Bergen. Mientras tanto, Charlie ha desaparecido. Todo parece indicar que se lo han tragado los leones. Bergen pide ayuda al domador que resulta ser el enigmático Blacaman del que ya nos había hablado Rafaelle De Ritis. La excusa es perfecta para enseñarnos las maneras de Blacaman como domador, su aspecto de salvaje y la demostración de su fuerza mental. Los llama uno a uno hasta que le rodean y se funde con las fieras. Busca al muñeco entre las fauces de los felinos pero resulta que el personaje de madera está en las tripas de uno de los cocodrilos y Blacaman ayuda a resolver el problema.


Whipsnade tiene que hacer de todo para sacar adelante su circo. Hasta hacer de experto tirador de rifle con uno con el cañón doblado. En una curiosa escena el propio Whipsnade es engañado por una niña llorona que consigue sacarle un dólar. Claro está que en cuanto se da cuenta del engaño se lanza de malas maneras a recuperar su dinero. En otra es confundida por una chica y Fields resuelve de forma directa: con varias bofetadas llenas de emoción. Por lo demás se pasa toda la película huyendo de los acreedores y de pequeños ajustes con la justicia, llegando a hacerlo manejando una cuadriga del circo.

Lejos de las agitadas aguas de la farándula están sus dos hijos, educándose al máximo nivel y ajenos a las habilidades de su padre. Es curioso como se las ingenia Fields para ocultarnos por unas razones o por otras en muchas de sus películas a la madre de las criaturas. Le sirve de coartada para tintar su triste realidad, la del personaje, con tonos pastel cada vez que mira un retrato. Y concede a la anécdota un cierto halo de heroicidad. El padre, que lo ha dado todo por la educación de sus hijos pronto va a ser correspondido por su hija Victoria (Constance Moore), que acepta un casamiento interesado para salvar a su padre de la ruina. En realidad ella se ha enamorado a la primera del ventrílocuo Bergen, a pesar de los esfuerzos de su padre de impedir este flechazo: corta la amarra de un globo aerostático para perder de vista al ventrílocuo y sus muñecos.

Por suerte para todos, el Sr. Whipsnade –pronúnciese bien, por favor– se pone sus mejores galas para acudir a la fiesta donde se va a hacer público el compromiso y lo arruina todo. Con una gran capa en la que ha bordado el nombre de su circo irrumpe en la casa preguntando por el bar. Su hijo Phineas (John Arledge), muy preocupado ante la posibilidad de que los anfitriones se enteren de su verdadero origen, pide a su padre que evite cualquier referencia al circo. Con la intención de hacer sentir a "todo el mundo como en casa", Whipsnade comienza a relatar una aventura con serpientes lo que produce desmayos continuados de la señora de la casa. Whipsnade continúa "entreteniendo" a la audiencia con su verborrea. En la fiesta también hay lugar para una delirante escena de ping pong que comparte con la actriz Jan Duggan.


Por supuesto que hay final feliz y que Victoria no se casa con Roger Bel-Goodie (James Bush). Hay final feliz y rápido. La misma prisa que debía de tener el estudio para finalizar el rodaje… O las mías por acabar este comentario.

Fields y la ventriloquía
En la película, además de las abundantes escenas disparatadas, hay que destacar el trabajo del ventrílocuo Bergen con el que Fields ya había trabajado en una serie de programas de radio. En realidad Bergen era muy tímido y se valía del personaje de Charlie cuando necesitaba expresar un carácter más decidido. Nos imaginamos y amplificamos nuestra imagen de ventrílocuo obsesivo al que su muñeco de madera controla porque en la película Charlie encaja a la perfección. Los encuadres sitúan al muñeco al mismo nivel que cualquiera de los protagonistas y los ácidos diálogos le convierten en un antagonista de primera clase. Además podemos disfrutar de diferentes números muy ingeniosos de magia cómica como cuando cortan a Charlie por la mitad, la pequeña explicación técnica que le concede Bergen a Victoria, o la divertida interpretación de Fields como ventrílocuo –tiene que sustituir a Bergen porque éste tiene hipo– con un mostacho y unos dientes falsos que ocultan sus labios. Durante el número bebe y canta a la vez. Es la estúpida canción de The Fatal Glass of Beer, un verdadero himno al absurdo fieldiano.
You Can´t Cheat an Honest Man (1939) 
Producción: Universal Pictures (EEUU) 
Director: George Marshall (Edward Sedgwick y Edward F. Cline) 
Historia de W.C Fields que aparece en los créditos como Charles Bogle 
Guión: George Marion Jr., Richard Mack y Everett Freeman (y cinco escritores más que no aparecen en los créditos: Manuel Seff, Lew Lipton, James Seymour, James Mulhauser y Henry Johnson)
Intérpretes: W. C. Fields ((Larson E. Whipsnade), Edgar Bergen, Constance Moore (Victoria Whipsnade), John Arledge (Phineas Whipsnade), James Hush (Roger Bel-Goodie), Thurston Hall (Sr. Bel-Goodie), Mary Forbes (Sra. Bel-Goodie),, Edward Brophy (Corbet), Arthur Hohl (Burr), Blacaman, Princess Baba, Bill Wolfe 
79 min. Blanco y negro

(Hay una versión más corta en 16 mm. para el mercado familiar que comercializó Castle Films en 1958, con el título de Circus Slickers)

2 comentarios:

El Abuelito dijo...

De Bergen y Charlie Mc Carthy hay algún corto editado por aquí como complemento en una edición de los Hnos. Marx.
Recuerdo haber leído en una entrevista a Candice Bergen, hija del ventrílocuo, hablar de una infancia aterrorizada por el muñeco Charlie MC, que se burlaba de ella y a través del cual recibía las regañinas de su padre... lo que casa bien con la información que dan ustedes respecto a la timidez de Bergen y su utilización del muñeco para sacar al exterior su otro yo. Un tema fascinante...

Sr. Feliú dijo...

Fascinante, en efecto. Y habitualmente utilizado como metáfora de las relaciones amorosas. Esta anécdota de su transposición a la educación infantil resulta tan terrorífica como ver a Michael Powell despertando a su hijo con la camarita de aficionado en "Peeping Tom".
Gracias por su comentario, sus nietos