16 de septiembre de 2009

Los cortos de W.C Fields


"It´s funnier to bend things than to break them"

The Golf Specialist
(1930), Monte Brice

La primera película sonora de Fields además de descubrirnos la voz tan característica del cómico, nos permite ver uno de sus sketchs favoritos reproducido, casi palabra por palabra, de su época de vodevil. El acto del golf ya fue filmado en la perdida His Lordship's Dilemma en 1915, más tarde en So´s your Old Man (1926) y en su posterior remake You're Telling Me de 1934, pero es en The Golf Specialist donde encontramos más similitud, a veces con precisión matemática, con "An Episode on the Links", título de la rutina de golf, con International Copyright nº 109. El Colonel Bogey de los escenarios de Ziegfeld se convierte en el dandy fanfarrón J. Effingham Bellweather (W. C. Fields) y los dos caddies Sniff y Snow se condensan en uno pero con una gorra en la que caben cuatro (Al Wood). La película mantiene la mujer que cruza la escena con un perro afgano –"what a beautiful camel"–, el lío con el papel y el pastel, los zapatos que chirrían, los palos que se doblan, las historias de las Islas Canarias y la mujer que ha olvidado su caballo. Además, debido a las limitaciones de los primeras películas sonoras, nos presentan la historia casi desde un único plano, como si la estuviéramos viendo en un teatro.

Antes de que Fields nos demuestre cómo hacer un número de golf sin necesidad de golpear la pelota ni una sola vez, podemos disfrutar de uno de sus clásicos: la escena en la que intenta robar los ahorros de una niña. Una manera inequívocamente fieldiana de hacerse querer por el público. Al final, de alguna manera tenía que acabar, descubrimos que el Sr. Bellweather está buscado por la policía por motivos tan escandalosos como bigamia, hacerse pasar por el Píncipe de Gales, comer spaguettis en público o posser una mofeta. El humor absurdo de Fields en su máxima expresión.


The Dentist (1932), Leslie Pearce

Los cuatro cortos de W. C. Fields producidos por Mark Sennet son, según Louvish, la esencia de Fields, "like distilled water, with all the impurities siphoned out". Aunque Sennet se atribuye la autoría de estas piezas, nadie duda de que los cortos fueron escritos por Fields. Todos, excepto la última, son fieles adaptaciones de sus viejas rutinas de escenario. Hablemos un poco de ellos.

En The Dentist, Fields progresa en su camino de hombre malhumorado, mascullando improperios y empeñándose en que sus compañeros de golf no se preocupen tanto por las normas: "What do you mean I can't do that?", dice a su compañero mientras arroja al caddy al lago de un espléndido campo de golf.

Vayamos a la consulta. La partida de golf le ha relajado lo suficiente como para no prestar atención a una paciente chillona que huye antes de que el despistado doctor pueda hacer algo. La hija del doctor, la actriz Marjorie Kane, que repetirá como hija en The Pharmacist, quiere salir con el hielero, pero su padre no la deja, "Get that iceman out of here. I'm going to order a fridgidaire". La paciente principal es la casi contorsionista Elise Cavana, que se retuerce en la silla del dentista gruñón hasta provocar figuras claramente sexuales que llegaron a ser censuradas en la década de los cincuenta. El último paciente es un hombre barbudo al que Fields ausculta la barba para encontrarle la boca y al que le salen pájaros de la misma. Una escena muy divertida que se remata con un final feliz: la chica consigue al hielero. ¡Menuda fresca! 

The Fatal Glass of Beer (1933), Clyde Bruckman

Si The Dentist había recuperado la inversión a los tres días de su estreno, The Fatal Glass of Beer, el segundo de los cortos de Sennet y Fields es un absoluto fracaso de público y de crítica y provoca la primera crisis de importancia entre ellos. Como el anterior, el guión es una versión bastante fiel del sketch "Stolen Bonds" del espectáculo "Vanities" de Earl Carroll. La acción se sitúa en una cabaña en el Polo Norte. Allí, un buscador de oro ultima sus preparativos para volver a casa cuando un miembro de la policía montada de Canadá llama a la puerta. "Cántame la canción de Chester antes de irte", le pide emocionado. “¿No te parece demasiado rudo si toco el arpa con las manoplas, verdad?”. La canción cuenta la historia de Chester, un pobre diablo que torció su camino el día que aceptó tomarse un vaso de cerveza. Mientras canta y rasga el sitar, vemos las imágenes de Chester cayéndose completamente borracho después del trago.

Todo el corto es un homenaje al surrealismo. W.C. Fields explota hasta la saciedad la frase: “it ain’t a fit night out for man nor beast” mientras recibe un buen puñado de falsa nieve sobre la cara. Hay un perro salchicha insertado en medio de los perros de trineo. Hay dos jefes indios en la casa que se van sin más explicaciones, hay una fuente de la que salen cubitos de hielo, y una barra de pan enorme que Fields moja y remoja en la sopa sin llegar a metérsela nunca en la boca.

Chester vuelve a casa, parece arrepentido y decidido a pasar el resto de su vida junto a sus primogenitores como un buen chico. Después de una despedida interminable le preguntan que qué ha hecho con el dinero robado. Chester cuenta que lo ha devuelto, lo que motiva que sus padres, sin miramientos, le arrojen al inclemente mundo exterior.

Hoy en día, The Fatal Glass of Beer es considerada por muchos como la mejor película de Fields. Precisamente lo que en su día motivó su rechazo es lo que la hace actual, divertida, atrevida y ácida.

The Pharmacist (1933), Arthur Ripley

El sketch del drugstore es uno de los más socorridos de W.C. Fields. Fue filmado por primera vez en It's the Old Army Game, más tarde en este corto que nos ocupa y en It´s a Gift, un año más tarde, además de la versión para la radio de 1938. El sketch está escrito por J.P. McEvoy para "The Comic Supplement". Mr. Dillweg maneja con soltura a todos sus clientes aunque en su propia familia no lo tiene tan fácil. Su mujer es la espigada Elise Cavana, a la que acompaña la "dulce" Priscilla que se acaba de comer un canario, sí, el pájaro, pero no se preocupen que Dillweg pone en su lugar una cacatúa blanca de buen tamaño. Para completar la familia tenemos a la hija mayor locamente enamorada de un tal Cuthbert. Las llamadas por teléfono son brillantes y absurdas y la de esta con Cuthbert, eterna. Fields se encuentra a gusto, con material que conoce y domina, al que añade algunos cambios. En la primera secuencia echa de malas maneras a unos niños que quieren curiosear en su tienda, ganándose unos galones más para su imagen de maltratador de mocosos. Aconseja fatal a un jugador de damas que pierde por hacerle caso. Hay un cliente que después de muchas vueltas se interesa por un sello, justo el que está en medio del pliego. Y también dos viejas que se llevan el detalle de la casa: un enorme jarrón, regalo de cortesía. La película se enreda, como en The Barber Shop, con una persecución y un repentino tiroteo que destroza el drugstore y que permite a Fields tener otra conversación absurda con el teléfono .

The Barber Shop (1933), Arthur Ripley

El último de los cortos de Fields producido por Sennet vuelve al modelo marcado en el primero, The Dentist. Primero nos presenta a su familia y no hay mejor manera de hacerlo que filmando el desayuno. “Eat you spinachs…, eat your spinachs…, jejeje”, le dice a su hijo Ronald después de que este cuente dos chistes malos. Fields comparte créditos de nuevo con Elise Cavana, que llegó a ser gran amiga del cómico.

El barbero afeita sin contemplaciones, “¿Es esto un lunar? Sí, de toda la vida”, ¡zas!, fuera lunar. Mientras, el perro espera haciendo cucamonas a que el cliente pierda una oreja. Los perros tienen buena memoria. La historia sale de la barbería en busca de un malhechor que persigue a Fields. Cuando este se vanagloria de haberlo atrapado aparece el verdadero héroe: su hijo Ronald.

Para olvidar su fracaso decide tocar el violoncello pero, para su sorpresa, descubre que en su ausencia su instrumento se ha juntado con el del vecino y han tenido hijitos: media docena de violoncellitos. “¿Cómo has podido hacerme eso a mi?”, pregunta desconsolado.

¿Alguien da más?

1 comentario:

Xavier Sans Ezquerra dijo...

Me ha parecido un magnífico artículo sobre uno de mis cómicos favoritos.